Artículo escrito previamente por Esther Paniagua (País Retina)
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En la guarida de la empresa de inteligencia artificial de Segovia que triunfa en Singapur

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Taiger ha logrado abrirse un hueco en el mercado asiático y latino con sus soluciones de transformación digital basadas en Inteligencia Artificial.

Entre vacas en las montañas de Austria, el segoviano Sinuhé Arroyo concibió hace 10 años lo que hoy es Taiger: una empresa de inteligencia artificial con sede en España y Singapur, valorada en aproximadamente 100 millones de euros. El pasado julio recibió más de 22 millones para seguir haciendo crecer su negocio internacionalmente. En este 2020 esperan pasar de 145 a 400 empleados en sus oficinas de Nueva York, Hong Kong, Singapur, España y México y abrir nuevas sedes en Dubái, Corea del Sur y Japón.

Taiger tiene tecnología patentada y numerosos premios por sus soluciones para la transformación digital de operaciones en banca mediante tecnología semántica. Entre sus clientes, además de bancos como el Santander, están Endesa, Repsol, Merrill Lynch o Vodafone y organismos públicos como el Gobierno de Singapur. Todo ello, asegura Arroyo, no ha sido fácil de conseguir. Y Taiger casi muere en el intento. Entre cámaras, las de EL PAÍS Retina, Arroyo nos cuenta su historia y echa por tierra algunas falsas concepciones sobre la inteligencia artificial (IA) y el aprendizaje automático o machine learning.

Aprendió a programar con 10 años. ¿Cuándo decidió dedicarse a la tecnología semántica?

Me fui a Austria a hacer un doctorado en IA en el año 2000 y conseguí una plaza en un instituto de investigación en la Universidad de Innsbruck, que era el más importante por aquel entonces en lo que se conoce como web semántica. Mi interés no era el aprendizaje automático, que es de lo que habla todo el mundo ahora, sino la representación de conocimiento y razonamiento automático. Es la parte simbólica de la IA, cuyo fundamento es la lógica, frente a la parte no simbólica —el machine learning—, cuya base es estadística.

Arroyo confía en que el despliegue del 5G aumentará considerablemente las capacidades de la inteligencia artificial, que dará un salto de calidad significativo.
Arroyo confía en que el despliegue del 5G aumentará considerablemente las capacidades de la inteligencia artificial, que dará un salto de calidad significativo.Jacobo Medrano

¿Cómo pasa de ahí a Taiger?

Al acabar mi doctorado me di cuenta que no quería seguir en el mundo académico. Tras trabajar en entornos corporativos y adquirir una aplicación, llamada Phion, decidí que quería emprender, ser mi propio jefe y tener un impacto positivo en la sociedad. Así que empecé a dar forma de producto a la investigación que había realizado durante mi doctorado. El proyecto arrancó con más pasión que conocimiento. Eso fue probablemente lo que retrasó nuestro crecimiento.

¿Cuál fue el punto de inflexión?

Taiger estuvo a punto de cerrar en 2013 por una serie de impagos. En 2015, tras malas experiencias en España y Austria, mi socio Carlos de la Vega y yo decidimos entrar en Singapur. Allí, en el sureste asiático, era y es donde está el crecimiento económico. La población es joven y tiene ganas de probar cosas nuevas. Y lo más importante: es una meritocracia. A diferencia de España o de Austria, que un negocio salga adelante allí no depende de a quién conozcas. Eso nos salvó.

¿Con qué productos despegaron?

La empresa de inteligencia artificial de Segovia que triunfa en Singapur

Comenzamos con el desarrollo de un buscador semántico capaz de entender cualquier tipo de documento, ya fuera en formato audio o texto. Permite agilizar el acceso a la información en entornos corporativos, donde los buscadores tradicionales no llegan. Luego creamos un asistente virtual y el que es nuestro producto estrella: un motor de lectura de documentos. Es un programa capaz de leer como una persona, entendiendo la variabilidad del lenguaje entre diferentes documentos en un contexto determinado. Puede leer balances de pérdidas o ganancias, poderes notariales y extraer datos de ellos. Lo hemos aplicado, por ejemplo, al sistema de apertura de cuentas bancarias para pymes de Banco Santander, que permite hacer en 15 minutos lo que antes se tardaba dos semanas.

¿Cuáles son los límites al desarrollo de la IA en semántica?

El principal es que todavía no se oye hablar de IA simbólica. La gente piensa que IA es igual a machine learning. Este tiene muchas limitaciones. Por ejemplo, la necesidad de cantidades ingentes de datos limpios, sin sesgos. Además, en el aprendizaje automático no hay aprendizaje sino un entrenamiento que permite mejorar la tecnología. Es como si vas todos los días a correr. Correrás más y mejor, pero no pasarás de correr a saber lanzar la jabalina.

La banca va despacio

Sobre la experiencia de Taiger en transformación digital de la banca minorista, Arroyo tiene mucho que contar. Dice que en España está muy avanzada en comparación con el resto del mundo, pero que “no deja de ser banca, y la banca va despacio”. “Está todo el mundo demasiado cómodo y viven muy bien”, afirma. Cree que las cosas se pondrán interesantes cuando Facebook y Google se empiecen a meter en su negocio, proporcionando servicios más baratos y más fáciles y cómodos de usar. “En el sector saben que, frente a los gigantes tecnológicos, ya han perdido la batalla por los clientes individuales. Lo que está transformando la banca es la tecnología, y esta no es natural a ellos”, asegura. Cree que el problema para los grandes bancos podría ser menor si estos lograsen ser más ágiles, pero que será la regulación lo que al final equilibrará relativamente las fuerzas.

El problema con la IA es que para venderla se crea la expectativa de que, resolviendo un problema, se puede extrapolar a todos. A menudo el marketing va por delante de la tecnología. Se visten como IA servicios de programación y se venden a precio de oro. Esto no sucede así en el campo de la semántica, donde sí hay aprendizaje. No se necesitan muchos documentos para aprender a leer un poder notarial, con 70 muestras es suficiente. Nuestra propuesta de valor es que garantizamos un 95% de la extracción de datos, sin falsos positivos y en multitud de idiomas. E identificamos el otro 5% para que se pueda revisar a mano.

¿Su tecnología entiende cualquier documento?

Un sistema que sepa leer un poder notarial sabrá entender un balance de situación, cuenta de resultados o una declaración de la renta, pero no sabrá leer el email que te mande tu amigo si no se le ha enseñado a hacerlo. Ese tipo de extrapolación no existe. Es como si te preparas un examen de primero de biología y luego te piden que resuelvas uno de primero de álgebra. No es posible ahora. ¿Lo será en un futuro? Es cuestión de tiempo completar el conocimiento para ello, una vez se hayan analizado todos los tipos de documentos disponibles.

¿Podrá la IA adquirir consciencia o ser capaz de sentir?

Yo la veo como un alter ego del ser humano. Ese es el objetivo último: crear algo que sienta, que piense, que se mueva, que interaccione como un humano. Cuando entendamos la consciencia o cómo sentimos las personas igual somos capaces de replicarlo. Es lo apasionante de los seres humanos: vamos rompiendo barreras y saltando retos. Eso sí, para lograrlo destrozamos mucho por el camino.

Hablando de destrozar, ¿diría que las soluciones de automatización de Taiger destruyen empleo?

Estamos facilitando liberar recursos de las tareas tediosas, que realmente no aportan, para que las personas puedan ocuparse en quehaceres más satisfactorios cognitiva e intelectualmente. Actualmente hay un boom de trabajo a escala mundial. La tasa de desempleo es la más baja de la historia de la humanidad y la de empleo es la más alta. La IA ha traído puestos de trabajo que no existían hace cinco años.

Por otra parte, las empresas no encuentran gente para llevar a cabo ciertas tareas. Que va a haber un cambio o un impacto en la sociedad con estas tecnologías es innegable. Y será muy positivo. Con la adopción de la IA en distintas áreas, Singapur va a ser capaz de doblar el tamaño de su economía en 12 años en lugar de en 22. Otra cosa es cómo se distribuya esa nueva riqueza, yo ahí no me meto.