La Estrategia Europea de Datos, publicada por la CE junto al Libro Blanco sobre Inteligencia Artificial el pasado mes de febrero, tiene como principal objetivo convertir a Europa en el líder e innovador mundial de la economía de datos y sus aplicaciones. Con este fin, una de sus principales acciones es implantar progresivamente la tecnología Edge computing, un importante cambio en el Internet de las Cosas  (IoT).

El Libro Blanco señala que: “A día de hoy, el 80 % del tratamiento y el análisis de datos que se produce en la nube tiene lugar en centros de datos e instalaciones informáticas centralizadas, y el 20 % en aparatos inteligentes conectados. Está previsto que, de aquí a 2025, estos porcentajes cambien de manera notable.»  Asimismo, La Estrategia Europea de Datos concreta aún más y se pone como objetivo invertir las cifras para ese año: el 20% de los datos se procesarán en centros de datos, mientras que el 80% se encontrará en aparatos inteligentes conectados mediante Edge computing.

Qué es el Edge Computing 

El Internet de las Cosas (IoT) está cada vez más presente en nuestra sociedad. Millones de dispositivos conectados a Internet se encargan de transmitir infinidad de datos a la nube, donde se analizan y se sacan conclusiones. No obstante, se ha encontrado la manera de hacer más eficiente este procedimiento. Aquí es donde entra el Edge computing, una tecnología que permite que el grueso del tratamiento de los datos se realice de forma local, de tal manera que solamente son enviados a la plataforma cloud aquellos datos considerados relevantes, descartando los superfluos.

Principales beneficios

Mediante el Edge computing los datos se tratan cerca de la fuente de origen sin depender de un centro de datos ubicado a kilómetros. Uno de los principales beneficios es que los datos, y en especial  los datos en tiempo real, no sufren problemas de latencia -de retardo en su transmisión- procesándose más fácil y rápidamente. Estas ventajas serán especialmente importantes para aquellos sectores que trabajan con grandes cantidades de datos, como el financiero, el de telecomunicaciones o el de la salud. La posibilidad de analizar la información de forma local y mandar a la nube sólo aquella imprescindible, supondrá un enorme ahorro de tiempo y dinero.

Por otro lado,  encontramos ventajas en el ámbito medioambiental. A día de hoy, los centros de datos están recogiendo y procesando cantidades ingentes de datos 24 horas, 7 días de la semana, y 365 días,  sin descanso. Este hecho supone un gasto de energía alarmante que no para de aumentar debido a que la cantidad de datos también aumenta constantemente.

Ahora mismo en Europa, el grueso de los datos se tratan en estos centros remotos, sin embargo, si los objetivos de la Estrategia Europea de Datos se cumplen para 2025 y la mayoría del procesamiento de los datos ya no se produce en estos centros sino en aparatos inteligentes conectados (Edge computing), supondrá una cambio y avance considerable en la creación de una Europa más sostenible.

Problemas y desafíos

A pesar de que el Edge computing es muy beneficioso en algunos aspectos, encuentra una serie de desafíos que deben tenerse en cuenta.

En primer lugar, las críticas defienden que el “talón de aquiles” del Edge computing es la seguridad, puesto que ni los dispositivos IoT son informáticamente sólidos ni las infraestructuras microdata -que forman parte del Edge computing-  son suficientemente seguras. Hablamos de equipos sencillos que no están adecuadamente desarrollados en materia de seguridad y son mucho más fáciles de vulnerar que un sistema cloud, por lo que existe un largo recorrido de mejora. No obstante, otros puntos de vista sostienen que si hay menos datos circulando en un entorno cloud, consecuentemente habrá menos a los que se podrá vulnerar si el sistema es atacado.

Otro aspecto a tener en cuenta es el riesgo existente para la seguridad y privacidad de las personas físicas, posiblemente el foco más vulnerable, en el sentido de que apenas existe concienciación sobre cómo funciona esta nueva tecnología o sobre los riesgos que entraña hacer uso de ella.

Lo que sí que está claro es que se deben identificar todas las posibles amenazas existentes para la seguridad y privacidad y crear un sistema en el que éstas se protejan, a medida que los dispositivos IoT vayan aumentando de número. Las herramientas tradicionales de las TI, como el encriptado en la transmisión de datos  o cuidar las conexiones VPN pueden formar parte de la solución.

Otro de los retos a los que se enfrenta el Edge computing es su puesta en marcha. La implementación de una infraestructura  Edge computing puede llegar a  suponer un problema para aquellas empresas que no puedan asumir su coste, y como consecuencia, se podría generar un ensanche en la brecha digital.  Las empresas deberán estar preparadas, además, para cualquier fallo técnico que pueda darse en el hardware, puesto que, si antes esos problemas quedaban en manos de un data center remoto, ahora la infraestructura estará cerca, o en la propia empresa.  Asimismo, se tendrá que tener en cuenta que para poder gestionar un crecimiento tan grande como el que se prevé, el aumento de los dispositivos IoT debe ser progresivo.

Edge computing, tecnología de vanguardia.

Si bien es cierto que esta nueva tecnología puede suponer un gran avance en el IoT,  deberá afrontar una serie de desafíos, especialmente en materia de seguridad. Cualquier empresa que quiera poner en marcha dispositivos Edge computing tendrá que disponer de los recursos técnicos y del talento y ética necesarios para que el sistema sea seguro y funcione correctamente. Todo ello debe hacerse teniendo en cuenta el beneficio empresarial, pero también el de las personas físicas, que pueden ser en última instancia las más desprotegidas.

Con un buen plan de implementación ético y responsable, esta innovación puede traer muchos beneficios en numerosos campos. Acompañado de la tecnología 5G, el Edge computing tendrá una labor muy importante como impulsor tecnológico en los próximos años.